martes, 9 de marzo de 2010

Resiliencia 3º: Como el fénix


Y me pasa estos días que me admiro de la fuerza, del estoicismo de nuestro pueblo. Parece un chiste macabro, cuando estamos a pasos de convertirnos en un país desarrollado, se nos viene encima este remezón, que ha dejado parte importante de nuestro país en el suelo. Y aún así somos capaces de empezar a recoger lo que ha quedado. De mirarmos, y sabiendo que hay quienes están peor que nosotros, agradecer por la suerte que nos ha tocado. De inhalar fuerte y profundo para saber que aún estamos aquí.

Y solo una semana después, estamos unidos en una campaña solidaria, en la que no solo alcanzamos la meta, sino que la doblamos.

Y si eso no es ser como el fénix, no sé qué más podría serlo.

Vivimos en una tierra que amamos, diversa y fértil, pero sabemos que vivir aquí es aceptar a que esta amada traicionera ponga a prueba nuestra resistencia de manera regular.

Y seguimos amando esta tierra, y nos aferramos a ella, porque nos ha hecho, ya que cada 20 o 30 años, nos recuerda lo frágiles que somos y nos logra develar lo que es en verdad importante.

Gracias a eso, somos lo que somos, un pueblo fuerte y humilde, acostumbrado a ver restregado en su cara lo ínfimo de sus empresas y afanes.

Y así, como el fénix, renacemos, pero ya no somos los mismos, el sismo no solo sacudió la tierra y levantó las aguas, sino que también, sacudió nuestro camino, e hizo mirar nuestros mezquinos afanes. Nos mostró en quienes nos hemos convertido en estos últimos 25 años.

Una sociedad mezquina e individualista, disgregada y sola. Una sociedad donde hay quienes son capaces de robar las últimas pertenencias de aquellos que lo han perdido todo.

Y así, remecidos y arrasados, nos vimos. Y nos avergonzamos. Y ahora es la oportunidad de renacer. De usar lo que hemos visto para emprender otro camino. Uno que no nos aliene del vecino, uno que nos haga partícipes de la construcción de nuestra historia, uno que nos haga saber que no estamos solos.

Discurso de Bachelet al cierre de la Teletón

viernes, 5 de marzo de 2010

Para empezar


He comenzado a escribir estas especies de crónicas con ideas que me han bombardeado desde el terremoto ocurrido en la madrugada del sábado.

Algunas vienen de la rabia, otras de la pena, pero todas tienen en común algo: la esperanza. Por eso llevan el título de resiliencia, que es aquella maravillosa cualidad humana que nos hace capaces de enfrentar la adversidad y superarla a punta de verle el lado bueno a cada experiencia.

Resiliencia 1º o de cómo debe ser un alcalde

En cuanto terminó el terremoto, comenzamos a escuchar la radio. Claramente había confusión y más de algunos errores. Pero lo que más me llamó la atención en un principio fue el contraste entre la voz de la Presidenta y el de la alcaldesa de Concepción. Escuchando a Bachelet sentí que a pesar de los horrores vividos, pronto se movilizaría ayuda y comenzaríamos a reconstruir lo perdido. Un mensaje tranquilizador y firme en el que se daban a conocer los primeras estrategias para movilizar la ayuda.
Unas horas más tarde, aparecía la voz de la alcaldesa, reclamando por la ayuda que no había recibido y la precaria situación de su comuna. A penas escucharla, me desesperé. Al parecer, estaba al borde de la histeria, completamente superada por lo acaecido. Hasta yo, que estaba en Santiago, tuve un poco de pánico.
No quiero ni pensar en las reacciones que habrán tenido los habitantes de su comuna y alrededores al escucharla. Pensé en ese momento, que los fenómenos de desorden social que se desataron, mucho tuvieron que ver con la pérdida de control de esta autoridad, quizás se hubiesen sucedido igual, pero estoy segura que su actitud solo pudo alimentar más la inseguridad social, ya que atacó de manera directa y - pública- las gestiones del gobierno.
Y claro, es su rol pedir ayuda para su comuna. Pero, ¿es necesario atacar al gobierno, generando más inseguridad social? Y por otra parte, ¿no había algo que ella pudiera hacer como máxima autoridad de la comuna? ¿Qué pasó con su liderazgo? Muchos de sus coterráneos critican su actuar.
Y aquí viene la parte de resiliencia, al ver esta conducta, se me hace evidente la falta de preparación de las autoridades locales para hacer frente a fenómenos como estos. También, la necesidad que los partidos mismos seleccionen y preparen a quienes serán sus representantes en las elecciones.
Quizás también debiera explicitarse un código ético del líder político, en dónde se clarifique que frente a cualquier fenómeno que desestabilice a la sociedad, será a ellos a quienes el pueblo mire para buscar refugio y respuestas, y definitivamente, correr en círculos con las manos arriba, metafóricamente hablando, en lugar de estar movilizando los recursos locales, se aleja bastante de este modelo.
Por otro lado, me pregunto qué irá a suceder si, le toca ahora como intendenta, alguna otra situación de crisis. Ya no será una comuna, sino una región completa la que quedará huérfana de liderazgo.
Habría que mostrarles ejemplos de liderazgo en tiempos de crisis con lineamientos claros del mensaje que se debe transmitir y los procedimientos que se tienen que seguir.
Ojalá, la próxima crisis, nos pille mejor premunidos de líderes serenos y efectivos.

Resiliencia 2º


Escuché otra vez este término cuando hoy revisábamos en el consejo de profesores de mi colegio las estrategias y actitudes que debemos tener para acoger a los niños este lunes 8 cuando se reintegren a clases.
Y luego, revisando las noticias del diario, se me hizo evidente la necesidad de tener resiliencia, en todos los niveles de la sociedad y en todos los ámbitos. Una de las causas a las que se le atribuye el desorden social es a la desestructuración de la sociedad, visible en el cambio de concepto de ciudadano que se ha dado en el transcurso de un par de generaciones desde el “yo pertenezco” al “yo tengo”. Este cambio ha dejado a los individuos solos o agrupados nada más que en su núcleo familiar, eliminando el sentido de colectividad que permitía generar certezas y movilizar energías en pos del bien común. Veíamos que esta catástrofe natural había dejado tantas falencias en evidencia y que era nuestro deber profesional el trabajar por revertir esta situación. Poner el énfasis de nuestro quehacer pedagógico en el desarrollo del sentido de comunidad, no solo para ir en ayuda de quienes más lo necesitan, sino como parte fundamental de la constitución de nuestros niños y jóvenes en la preparación del ejercicio de su ciudadanía.
Preparar a nuestros niños y jóvenes para que vivan ejerciendo altos grados de responsabilidad social, fruto del conocimiento de los derechos y deberes de todos y de altos grados de empatía.
Darles la oportunidad de saberse parte de algo más grande que ellos, en donde su labor sea fundamental para el desarrollo de las comunidades y los grupos a los que pertenezcan y que esta participación les permita sentirse no solo útiles sino también protegidos.
Cambiar la mirada del “yo tengo” al “yo participo” y llegar al “yo pertenezco”. En fin, acabar con la tierra de nadie en que se ha convertido nuestra sociedad, donde para la gran mayoría son otros los llamados a generar soluciones. Basta ya de mirar desde la vereda del frente, cuando, la verdad, estamos todos en las mismas calles.